Tuesday, October 11, 2005

SPQR HISTORIA DE GLUTEO III PARTE


Estaba dormido de tanto beber vino. Después de su boda con Popea, me esperaba una época de tranquilidad. Yo no había renunciado a desenmascarar la naturaleza divina de mi amo, pero no le hacía ascos a un merecido descanso.
Para divorciarse de Octavia, quiso que yo me acostara con ella, pero viendo que mi persona no era creíble por contar a pena once años, decidió que otro cargara con aquella misión.
- Estoy pletórico - me dijo Nerón, irrumpiendo en mi habitáculo de modo abrupto - . Creo que después de mis éxitos en Nápoles y Roma debería hacer una gira por la cuna del arte y el pensamiento.
Y así fue que la noche que creí poder dedicar al descanso la tuve que ocupar en todo tipo de preparativos. Al día siguiente, un ejercito de dosmil personas con los enseres más queridos de Nerón, poníamos camino a Brindisi para tomar las naves que nos llevarían a la Magna Grecia.
Quería sobresalir en todo y no se contentaba con los concursos de canto y poesía, también se creía un auriga consumado y gustó de participar en carreras de cuadrigas.
Sus éxitos como bardo eran morrocotudos. En cada ciudad que abandonábamos, el fervor religioso renacía con un ardor inusitado, ofreciendose tributos y sacrificios a todo tipo de dioses. Incluso se despertaron a aquellos, que como Atenea, son anteriores a la llegada de los propios Aqueos, los fundadores de todo lo griego y protagonistas de Homero en la toma de Ilion.
En una de las carreras en Olimpia, vi la oportunidad de desprender del cascaron mortal a mi divino amo. Se había empeñado en guiar un carro con diez corceles en la prueba. Yo quise ayudar un poco y serré los radios de las ruedas para facilitar el tránsito de mortal a divino de mi señor.
Nerón estaba exultante, su carro iba adquiriendo más y más velocidad. En una de las curvas salió despedido, pero con tal mala suerte que cayó en las gradas encima de una parturienta, provocandole la rotura de aguas y que diera a luz a su criatura. El divino Nerón se quedó un poco contrariado, pues cuando salió volando, creyó oír un rugido de satisfacción en el público, seguido de la decepción cuando se le vio ponerse en pie. Enseguida comprendió que realmente se trataba de un lamento reverencial ante su divinidad. No se cortó un pelo y volvió a montarse en el carro. Los radios de las ruedas eran endiabladamente resistentes pero con todo volvió a catapultarse en la primera curva y ante el asombro de todos fue a posarse sobre una camilla que llevaban en socorro de otro auriga. Mi amo desde la camilla hacía el signo de la victoria y se dio la carrera por terminada. Se le nombró campeón absoluto de la jornada y no me cabe duda de que fue merecidamente. Cuando los criados recogieron su carro, los puñeteros radios cedieron por fin. La escabechina que hicieron en esos pobres desgraciados fue de aúpa. ¡Lastima!, eso podría haber liberado la divinidad de Nerón de una vez por todas.
Celebró su éxito como corresponde a un héroe. Al desembarcar en Nápoles se hizo derribar un arco del teatro para que pasara desfilando su comitiva a su través. Otro tanto se hizo en Circo Máximo a su llegada a Roma.

Mi amo, para descanso de mi persona, cada vez estaba más interesado en un estudio sobre la sexualidad humana y sus reacciones. Por ello, la mayoría de las noches dejó de dignarme con su presencia y con su penetrante olor. Sus emanaciones eran como la carne putrefacta, pero es normal en un dios que ocupa de forma interina un cuerpo mortal. Al fin y al cabo, la carne se rebela ante tales destellos. Nerón lo probó todo, desde las reacciones de las Vestales , como la pobre Rubría, a la sutil caricia de las maquinarias más increíbles en los cuerpos de los prisioneros. También se metamorfoseó en animal, como si se tratara del propio Zeus, para experimentar con todo tipo de candidatos, hombres , mujeres, niños o bestias, las variantes venéreas más desconcertantes que pudiéramos imaginar.
Tiempo después quisó probar una herramienta de su invención para el afeitado.
- ¡Glúteo! - me dijo entusiasmado como un niño con juguete nuevo -. Mira que artilugio he construido, es el afeitador Nero Magnificus.
El cachivache tenía un aspa hidráulica llena de cuchillas. La verdad sea dicha, complicadillo era, pero pinta peligrosilla también. Yo hubiera querido que lo probara él. Si funcionaba, le dejaría un afeitado precioso en su barba de chivo: una pelusilla hisurta por parroquias con remolinos cojoneros. Si no, pasaría al mundo de los dioses. Claro, que por un momento pensé que la probaría conmigo. Menos mal que debido a mi edad y constitución soy muy lampiño.

- ¡Otra vez! - dijo el Cónsul Ático Vestino - Ya es la tercera vez que adelantamos los Juegos Neronainos, así no los van a tomar en serio.
- Pero es que muero de impaciencia - dijo Nerón - , además, se que mi público no puede soportar la espera.
- Estoy convencido de ello - tercio Séneca, con o sin imprudencia.
- Por cierto, Ático, hay un invento que quiero mostrarte.
El pobre Ático no supo apreciar el afeitador y murió desangrado por los cortes. Hay quién dice que mi señor se había encaprichado de su esposa, pero si se casó con ella, con bella Statilia, fue por no dejarla sola. No mucho antes, la segunda mujer de Nerón había tenido el mal gusto de morirse por no apreciar su cariño. Tal día ocurrió lo siguiente:
- ¡Nerón!, de donde vienes a estas horas y oliendo a cortesana.
- ¡ Mi querida y embarazadísima Popea!, vengo de ojear unas yeguas para nuestro futura heredero. - Al decir esto palmeó la barriguita con cariño. Bueno, puede que tomara carrerilla desde el fondo de la sala, pero la emoción ya se sabe. En fin, descanse en paz.

Una de las personas que fueron ampliando el círculo de incomprensión que se cierne sobre los genios fue su madre. Ella siempre había tenido mucho ascendiente en él. Desde niño lo mima mucho y le hacía cosas que le daban mucho gustito. Claro, que conforme Nerón fue probando las mieles del poder, que cada vez le daban más capacidad y autoridad para realizar sus experimentos a su antojo, menos margen de mando le quedaba a su malacostumbrada madre.
Desde el principio se formó una especie de Triunvirato de incomprensión entre su madre Agripina, su hermanastro Británico y su antiguo tutor Séneca. Ahora prefería la compañía de Petronio que era más festivo y lúdico que el estoico y soso Séneca “Senectus, seniles”. Hacía años que tuvo lugar la muerte accidental de Británico. A partir de aquí, se desencadenarían una serie de acontecimientos que acabarían de forma trágica. Y es que los genios nunca fueron apreciados en su época.

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